No lo digo yo. En la Facultad de la Actividad Física y el Deporte de San Javier, donde se forman aquellos que aspiran a ejercer de manera titulada la tutela de una actividad física profesional o aficionada de cuenta propia o ajena, los dos máximos exponentes políticos del Deporte en la Región de Murcia, el Consejero Pedro Alberto Cruz y su Director General Antonio Peñalver, sobre los recaen las aireadas críticas del colectivo de federaciones deportivas locales por impago de subvenciones públicas acordadas, presentaron el borrador de la nueva Ley de la Actividad Física y el Deporte, es decir, un pliego de acciones encaminadas a un drástica reducción de la partida presupuestaria gubernamental en materia de Deportes en virtud de un fortalecimiento en su apoyo al deporte de base mientras que al profesional, en la cúspide de la pirámide, se le recomienda ‘profesionalización’, austeridad presupuestaria y búsqueda de capital privado.
¿Por qué no va a poder una empresa crear y regentar una actividad deportiva profesional no solo como apuesta de promoción publicitaria, sino también como mercado de negocio, como inversión? Dicho así suena bien. Puede que se trate de eso que llaman ‘profesionalizar’ su gestión y tutela, pero es fácil adivinar lo complicado, por no decir imposible que resulta hacer realidad ese modelo. Tan solo se me ocurre el Real Murcia Sociedad Anónima Deportiva, que ya ha pasado por un Concurso de Acreedores. Se supone lo sostiene, casi de manera única, los hermanos Samper; unos empresarios de supuesta solvencia, dueños, entre otras, del Grupo Santa Mónica Sport (http://www.gruposantamonica.com), que es un holding de diez empresas distribuidas entre España y el continente americano que se ocupan de la gestión y comercialización de derechos de marketing, imagen, publicidad y licencias en el sector del deporte profesional y eventos deportivos. Aún así, la indumentaria ‘pimentonera’ permanece inmaculada desde la marcha de Cajamurcia como patrocinador principal, si bien cuenta con otros colaboradores de inferior rango, porque el mercado de patrocinio deportivo no da lugar a encontrar al mecenas de turno.
No ocurre igual con el Club Baloncesto Murcia SAD, que preside Luis Carabante De la Plaza; y que cuenta con el patrocinio de la Universidad Católica San Antonio. Una operación de ‘rescate’, apoyada en la presión mediática, evitó que no pudiera ser inscrito en la liga ACB después de haber logrado el ascenso. Según cuentan, tanto Carabante como la Administración regional tomaron parte. Posteriormente apareció el patrocinio de la Universidad Católica San Antonio. Por entonces, se hizo público que, “la UCAM entraría a patrocinar al CB Murcia con una aportación de 300.000 euros por publicidad y pondrá a disposición del club de los Carabante su equipo en la liga EBA y todos los servicios derivados de disciplinas como Traumatología del Deporte o Nutrición y Fisiología”, según reza en el diario La Verdad. Aún así, esa cantidad se antoja insuficiente para afrontar el alto coste que comporta estar en la liga ACB. Sin embargo, este Club sigue adelante, se entiende que con el esfuerzo que suma su base de socios aficionados, la de colaboradores y la del propio empresario Carabante.
A partir de ahora, y visto cómo pinta el panorama, se augura un complicado futuro, digamos que incluso inmediato, para esta entidad deportiva profesional, que al igual que otras tantas, dispone de equipos de formación base. Esa es la razón por la que incluso entidades deportivas con carácter de Sociedad Anónima Deportiva han logrado seguir en la brecha y percibir subvenciones en base a su labor de promoción deportiva. Y es que, en realidad, cumplen con ese cometido desde el prisma que apunta a la teoría de que proyectan una imagen alentadora sobre las bases de ese deporte como cúspide de una pirámide de ese deporte. Luego existe otra vara de medir que distribuye subvenciones en razón de tu categoría federativa y del grado de consecuciones o resultados deportivos cosechados.
Cuántas veces he destacado en este espacio de opinión que el deporte profesional debe de haberse desvinculado desde hace un tiempo, desde que se vislumbrara la crisis, de las ayudas públicas. Sin embargo ha habido y hay entidades deportivas que juegan al despiste y que ante la incertidumbre, ayudados por la presión social que alimenta la mediática, empujan al precipicio a la propia entidad deportiva para entonces pedir una inexcusable ayuda. Todo ello cuando existen deportes y entidades deportivas que no gozan de tanto vocerío mediático que aprendieron esa lección hace tiempo, quizás obligados por las circunstancias adversas que se instauraron con antelación al resto en sus respectivos campos de juego, pero que ahora no saben cómo hacer frente al vacío presupuestario generado por la ausencia de subvenciones públicas regionales durante 2010 y 2011. Claro que, no ha todos se aplicó la misma vara de medir, y cuando existe una dismetría, la columna vertebral sufre desviaciones y provoca cojeras. Entonces, hay que acudir a un traumatólogo para que ayude a corregir ese problema cuando puede ser ya demasiado tarde, cuando ya se ha causado un daño irreparable, cuando ya existe un volumen de deudas contraídas pensando en que podría ser subsanadas aunque fuera de manera tardía y que ahora chocan con una puerta cerrada tras la que quien se esconde enmudece.
Habla Pedro Alberto Cruz de establecer “criterios empresariales” como única salida, y no le falta razón, pero no acabo de entender la base aplicable de los mismos, porque la teórica la imagino. Queremos gente profesionalizada al frente, pero eso no siempre es posible, porque entender el deporte como un negocio, solo ocurre y sucede en el fútbol, y no me parece que sea el modelo deseado para otros deportes. Sin embargo, cierto es que hablamos de empresas, por eso que las denominamos Sociedad Anónima Deportiva (SAD), pero eso puede traer consigo una drástica reducción en la existencia de entidades deportivas en esta Región. Porque se me ocurren otras como el FC Cartagena, con el empresario Paco Gómez al frente, pero no exento de participación pública en patrocinio. Eso no quiere decir que a lo que el Consejero sería lo deseable, aunque no realizable.
Leo en La Verdad que Pedro Alberto Cruz “señaló como objetivos ‘una mejor planificación de las inversiones en equipamientos deportivos’ y ‘la aplicación de estrategias mancomunadas entre varios municipios para mantener infraestructuras’ como una de las dianas señaladas para la sostenibilidad del deporte en el futuro, ‘encontrar nuevas formas de gestión, como las fórmulas mixtas que permita a las federaciones y los clubes solucionar los déficits que tienen’, e hizo especial hincapié en la necesidad de que ‘el Gobierno (central) apruebe la Ley de Mecenazgo con medidas agresivas en incentivos fiscales, o el sistema deportivo y cultural de este país se irá al garete’”. Bien, pues de hecho existen federaciones, como la de ciclismo, que cuentan con patrocinios y colaboradores privados, a lo que suman el ingreso del coste de las licencias expedidas y de las tasas arbitrales. Y aún así, existiendo un patrocinio privado, nunca es suficiente, y entonces se comete el ‘error’ (entrecomillado) de confiar en cubrir ese hueco con un dinero público que no llega. Pero no por eso debe detenerse la actividad de esa federación, porque la federación la hacen posible sus afiliados, de manera digamos que desinteresada, al margen de ser sufragada con fórmulas extraordinarias, como los sorteos y rifas, o con aportaciones privadas. Y se lleva el nombre de tu Región por orgullo patriótico, no a expensas de que vaya a ingresarte tanto o cuanto. Es triste, pero hay que partir ya, de inmediato de ese concepto, de que la Administración pública deja de ser sustento para ser acomodo en razón de los tiempos de crisis. Quizás, el modo en que ha venido a derivar esto no halla sido el correcto, máxime cuando sí hubo para unos elegidos.