Cuando me subí por primera vez a una bicicleta de montaña fue a finales de la década de los 80; no recuerdo bien cuando exactamente. Sin embargo, guardo en mi memoria la imagen de aquella Otero que obtuve a través de unos ahorros en la ya desaparecida Caja Postal y las sensaciones de aquella transmisión de Shimano SIS. Cuando elegía la corona más grande y el plato pequeño te daba la sensación de poder salvar cualquier pendiente u obstáculo a mi paso. Recuerdo haber visto antes otras bicicletas de montaña, y en especial la Big Foot americana.
Entonces, los cuadros eran de acero, aunque para ser más concretos, de ‘cromoly’, una aleación de hierro y cromo. No importaba su peso; a casi nadie le importaba. Los chavales estábamos impactados con la puesta en escena de aquellas bicicletas de paseo con ruedas gordas con tacos. Para ello, los fabricantes habían reforzado con escuadras los puntos de conexión de los tubos que dibujan el triángulo del cuadro, y les habían abierto las baínas traseras y la horquilla para poder dar cabida a ruedas de 26 pulgadas y tan gruesas como las bicis de motocross.
Mi anterior bicicleta había sido una GAC Akimoto K-2 con amortiguador central. También era de acero (‘cromoly’), aunque sin tantos piñones con que poder adecuar la transmisión de mi fuerza al pedal de acuerdo con el perfil orográfico del terreno por donde pedaleaba. La posición encima de la bicicleta también era más erguida, y su manillar también era diferente. El gran atractivo de aquella bicicleta BMX era su amortiguador central. Era rojo, en contraste con el resto de la bicicleta, que era blanca, y era el mismo que utilizaban detrás las motocicletas de 49 CC Mobilette.
Luego di el salto de calidad hacia el cuadro de aleación de aluminio con magnesio 7005. Se trataba de una Conor en color gris plata que adquirí en el taller de bicicletas que regentaba el que fuera ciclista profesional en las décadas de los 50 y 60, Ángel Guardiola, en Cieza. Por entonces, ya el peso empezaba a ser un factor muy a tener en cuenta, y aquella bici era más ligera que otros competidores, como BH. También empezaban a incorporarse a las bicicletas de montaña la amortiguación delantera, que podía ser de elastómeros, como la que yo le puse o de aceite y muelles.
Con esa Conor fue con la que me inicié en las competiciones provinciales. Y ya por entonces, la modalidad de la bicicleta de montaña gozaba de una floreciente popularidad, aunque el protagonismo seguía correspondiendo a la bicicleta de carretera. Sin embargo, ya había ciclistas profesionales que se unían al pelotón profesional del mountainbike, y le daban con ello un cierto realce a las pruebas competitivas que en la década de los 90 se encontraban por todo el territorio nacional. Desde aquellos inicios del mountainbike en España hasta ahora se registra un fortísimo incremento en su número de practicantes, en el volumen de ventas de bicicletas par su práctica y en el número de competiciones. E incluso, ha dado lugar a una constante evolución innovadora de ingeniería en el diseño y construcción de las bicicletas de montaña, así como de los materiales a emplear, que sitúa a la industria ciclística entre las mejor valoradas y alejadas de la crisis actual.
Precisamente, y retomando el aspecto técnico de las aleaciones y materiales utilizados durante la todavía incipiente vida de la bicicleta de montaña, que se inicia en los 70 en Estados Unidos, todavía había quienes, aún existiendo la variante del aluminio, e incluso del titanio, en la década de los 90, se mantenía apegado al ‘cromoly’, aunque ya habláramos de aleaciones más evolucionadas, y por lo tanto, mucho más ligeras que las de la anterior década. Entre los nostálgicos del ‘cromoly’ me incluí cuando adquirí una Sunn. Y el motivo principal, al margen de la extraordinaria calidad del material y de su montaje, residía en que la firma transalpina añadía el novedoso concepto ‘slooping’, que a su vez potenció en gran medida y con fama mundial el constructor taiguanés Giant. Se trataba de una geometría diferente a la tradicional en el diseño del cuadro. De este modo, Giant llegó a agrupar las diversas tallas en tres: pequeña, mediana y grande, con lo que, además, se rentabilizaba en costes ya a mediados de los 90. E incluso, ese concepto de ‘slooping’, adaptado a la bicicleta de carretera, permitía una postura más aerodinámica y ergonómica del ciclista sobre la bicicleta.
Pero la introducción de los cuadros fabricados en titanio no llegó a cuajar, todo lo contrario que la tortillería de titanio y las piezas y acoples de este material, más ligero y resistente que el aluminio, que se mezclaba con magnesio. A su vez se evolucionaba en materia de horquillas de amortiguación delantera y en sistemas de amortiguación total. Es de destacar a la firma estadounidense Cannondale que puso en el mercado varios modelos de horquillas con un solo brazo amortiguador en las búsqueda, ya entonces de lleno, de la ligereza. E incluso llegó a incrustar elastómeros en la base de la dirección, en su unión con la horquilla, y en la parte superior de las bainas traseras. Ya podíamos, incluso hablar, de todo tipo de combinaciones entre aire, elastómeros, muelles y aceite para dotar a las horquillas de amortiguación del mayor grado posible de eficacia en su uso.
Ya hace unos años que con la aparición de la fibra de carbono quedaron soterrados los cuadros de otras aleaciones usadas con anterioridad. Llegó la fiebre del carbono, que ofrecía como principales virtudes su elasticidad, absorción de impactos -que no resistencia a los mismos-, ligereza y moldeabilidad para crear auténticas obras de arte en el diseño de los cuadros de bicicleta. Fue entonces cuando irrumpió Taiwan. Giant había sido su introducción al mercado ciclístico, pero hoy día, el 98 por ciento de las bicicletas de fibra de carbono se fabrican en este país asiático. Grandes y pequeñas marcas encargan sus diseños en Taiwan, y han pasado de ser fabricantes a diseñadores y receptores y distribuidores.
Dice los estudios sociológicos y el Consejo Superior de Deportes que el número de bicicletas en los hogares españoles está muy por encima de los balones de fútbol, baloncesto o balonmano y que las pelotas y raquetas de tenis. Cada fin de semana puedes encontrar decenas de pruebas populares y de competiciones de bicicleta de montaña solo en España. Las cifras de personas que utilizan su bicicleta de montaña está alcanzando cotas quizás impensables cuando yo me subí a mi Otero a finales de los 80. ¿Qué embrujo esconde la bicicleta de ruedas gordas?…