Desvela Carlos Arribas, uno de los más consagradas plumas en la literatura periodística del ciclismo, hoy -28- en el diario El País, que la Guardia Civil se topó con el supuesto laboratorio del Dr. Batres, presunto colaborador del Doctor Eufeniano Fuentes, siguiendo la pista de una importación y falsificación de viales de Igf-1 (factor de crecimiento) desde Australia. “El hilo les llevó hasta el barrio madrileño en el que José Luis Merino Batres, el socio científico de Fuentes, un hematólogo que no será juzgado por padecer Alzheimer, tiene un laboratorio de análisis clínicos y en el que el propio Fuentes disponía de un piso. Entre la basura que observaron depositaba Fuentes al salir de su apartamento por la noche, los investigadores descubrieron útiles para extracción, conservación y transfusión de sangre. En vigilancias sucesivas, los policías también observaron a gran número de deportistas acudiendo al lugar. Meses después procedieron a la redada. El botín fue único: por primera vez en el mundo, una operación policial obtenía pruebas de tal calibre, tan sólidas como bloques de hielo, de unas prácticas de dopaje que se intuían pero no se podían probar”.
Por entonces, la Ley Nacional Contra el Dopaje no era lo suficientemente estricta como para penalizar la manipulación de sangre, que en este caso supuestamente perseguía la mejora del rendimiento deportivo. Los teóricos usuarios y clientes de las bolsas de sangre encontradas en los arcones congeladores que presuntamente se encontraron en el citado laboratorio, fueron identificados a través de unas siglas -nada claras- de sus etiquetas. Y esas identificaciones complicaron la vida profesional de un buen puñado de ciclistas del pelotón internacional.
Curiosamente, aún en la tenencia de grabaciones de video y de llamadas telefónicas, jamás fue desvelada la identidad del resto de deportistas supuestos clientes de Eufeniano Fuentes. De esas identificaciones debía ocuparse el juez instructor del caso, pero el hecho de no afectar a ningún deportista por el simple hecho de que durante el estallido de la Operación Puerto en 2006, la Ley en materia de dopaje les eximía de culpabilidad alguna. Se juzga un delito continuado contra la salud pública. Hay seis acusados imputados en el caso, que se corresponde con Fuentes y sus colaboradores y tres ex directores deportivos. También han sido citados para testificar, pero sin cargos, seis ciclistas y ex ciclistas.
La Operación Puerto se cebó con el ciclismo, pero, como el propio Eufeniano Fuentes desveló en un rotativo galo meses después de aquello, el ciclismo era solo uno de los varios deportes y deportistas a los que atendía. Por entonces se especulaba con tres clubes de la Primera División del fútbol español, pero aquello fue rotundamente callado a través de sus respectivos gabinetes jurídicos, con la inestimable colaboración de un nutrido grupo de periodistas de gran calado socio-mediático.
Arribas plantea la duda clave de la reapertura de un proceso judicial, el de la Operación Puerto, que fue archivado ante sus numerosas irregularidades. ¿Es eso delito? ¿Es la sangre un medicamento?
Argumenta el periodista de El País que, en un artículo recién publicado en el New England Journal of Medicine (NEJM), quizás la publicación médica más prestigiosa del mundo, podría servir para iluminar la cuestión. En él, el autor, Harvey Klein, del departamento de transfusión de Bethesda (Maryland, EE UU), no solo la considera un medicamento, sino “medicamento esencial”, de esos que todos los países tienen la obligación de poner a disposición de sus ciudadanos. “El desarrollo de soluciones conservantes y anticoagulantes, de envases estériles y de bolsas de plástico para sangre permitieron que la sangre pudiera ser almacenada”, explica, “lo cual en la práctica obliga a distinguir el producto, que debe cumplir una serie de estrictas medidas, de la práctica médica de la transfusión. Una distinción básica para entender porque se consideran y se regula a los componentes de la sangre como medicamentos”.