Estos pasados días, los inspectores del Comité Olímpico Internacional visitaban Madrid para examinar ‘in situ’ la candidatura de la capital de España para albergar los Juegos Olímpicos de 2020.
Esta consecución revertería en las arcas públicas madrilreñas, y también españolas. Así es como se enfoca este magno evento deportivo para convencer a la ciudadanía y contribuyentes de que nos conviene, al margen de la proyección mediática que depara.
Ya en 1992, Barcelona fue olímpica. Monjuït se erigió en epicentro, adquiriendo el sobrenombre de ‘montaña olímpica’. Allí se ubicó el estadio olímpico, que, además de acoger las galas de apertura y de clausura, celebró varias pruebas, como las atléticas.
La zona portuaria y aledaños experimentaron una mejora de puesta en valor con la construcción de la Villa Olímpica y demás infraestructura acondicionadora para tal evento. Para los españoles supuso un hito medallístico. Pero, todo pasa, y de aquellas olimpiadas tan solo permanecen recuerdos e infraestructuras polideportivas que todavía están en uso. Respecto a la magna inversión económica que aquellas olimpiadas requirieron y de su retorno corramos un tupido velo.
Evidentemente, haber albergado unos Juegos Olímpicos es todo un orgullo. Da caché a la ciudad. Aunque halla ciudades como Barcelona y Londres que no necesitan de este sobrereconocimiento. Sin embargo, cuando aterrizo en Londres, días antes de la gala inaugural, los motivos conmemorativos no eran tan elocuentes como esperaba encontrar. Nadie diría que estábamos a puertas de unos Juegos Olímpicos. En un epicentro turístico como es Londres parecía pasar como desapercibido. Y eso que todas las delegaciones políticas y deportivas ya transitaban por sus calles.
Londres ya había acogido otras olimpiadas anteriormente. otros, Así nos lo recordaban a través de un variopinto souvenir. Precisamente, su elección causó cierto revuelo debido a que se suele especular con que haber tenido ya unas Olimpiadas resta posibilidades.
La candidatura de Madrid no es ajena a esto último, sobre todo al quedar apeada en anteriores convocatorias. Pero la insistencia podría acabar por convencer al COI. Su mejor aval en tiempos de crísis económica y de incertidumbre de crecimiento es disponer de la mayoría de infraestructuras deportivas principales.
De hecho, valga como ejemplo el Estadio Olímpico desmontable que se instaló en Stratford, en el perímetro exterior del centro de la ciudad de Londres, que ahora se reinstala en Río de Janeiro. Economización de recursos.
En este decadente barrio de brillante pasado industrial en las afueras de Londres se ubicó la Villa Olímpica, además de otras infraestructuras deportivas y un centro comercial. Sí, un centro comercial, que formaba parte del complejo olímpico londinense. Allí se nos ofrecía, no solo el típico souvenir, si no que, las grandes firmas comerciales co-patrocinadoras de estos Juegos Olímpicos de Londres contaban con amplísimos locales donde ofertar a la venta sus líneas de productos de máxima relevancia. Además, en ese mismo centro comercial, se instalaban otras firmas comerciales que les darían continuidad pos olímpica a este mastodóntico edificio.
A tenor de esto, y de encontrar vendidas, incluso con mucha antelación, entradas para poder asistir a cualquiera de las actividades competitivas olímpicas se deduce que los últimos Juegos Olímpicos de Londres fueron rentables. Tampoco es que halla habido luces y taquígrafos sobre las cuentas y balances de resultados, pero, eso, se deduce que sí. Haber incorporado patrocinio privado es todo un acierto.
Sin embargo, la sensación que me traje de estas olimpiadas, teniendo en consideración que son las primeras que vivía ‘in situ’, es que, más allá de un evento deportivo y de ese espíritu deportivo que trata de pregonar unos Juegos Olímpicos, se trata de un magno negocio sobre el que suponemos existió una reversión económica importante sobre los negocios locales.
Un mes después estuve en Rio de Janeiro, y más concretamente, recorriendo su región o provincia. No llegué a ver constancia de ese supuesto despegue de crecimiento económico de que hace gala. Incluso me tomé la molestia de visitar, aunque fuera desde el coche, el epicentro y anillo olímpico. Por entonces, todavía no había llegado el desmontado estadio olímpico londinense. Tampoco es que existieran obras al respecto. Sin embargo, al paso de unos cuantos meses, conocemos que el COI puede haberle transmitido al Comité Organizador de Río de Janeiro 2016 cierta preocupación por lo que se supone un notable retraso en el avance de las obras. A razón de aquel toque de atención, parece haberse reaccionado.
Tanto la gente que me acompañaba como un servidor llegamos a plantearnos serias dudas sobre qué les convenció a la Comisión Inspectora. Cierto es que se trata de una de las emergentes potencias económicas. Notoria es su capacidad organizativa de grandes eventos. Es por eso que, quiero creer que eso también halla convencido al COI en su visita a Madrid. Porque ahuyentar a los fantasmas sobre nuestro teórico regreso a la senda del crecimiento económico es ardua tarea.