Puede que fuera una de las referencias a perseguir, a tener muy vigilado, pero cuando se trata de una distancia de gran fondo, de más de doscientos kilómetros, aún con el inminente inicio de la Vuelta a España, las fuerzas no acompañan, y las dudas se apoderan de un grupo cabecero que titubea ante el seco demarraje de un pura sangre de la talla de Luís León Sánchez, en un momento del desenlace de la carrera, de incertidumbre, de nervios, de lucha codo a codo.
Restaban algo más de nueve kilómetros para arribar al arco de meta de la 32 Clásica de San Sebastián en un terreno hostil, complicado, no en el plano orográfico, sino más bien en el técnico. Estaban avisados de que el último paso por Jaizkibel suele definir el desenlace de la clásica donostiarra, máxime cuando, como sucedía hoy, entraba aire por su vertiente cantábrica, pero, aún así, no fue suficiente. Cierto es que se registraron ataques, de entre los que cuajó el que lideró Gorka Izaguirre, que sirvió para animar el cotarro. Por detrás, varios equipos asomaban el morro. Las diferencias giraron entorno a los veinte segundos gracias a que los Movistar imponían un fuerte ritmo de caza pasado Jaizkibel con Vladimir Karpets y Javier Moreno. A rueda de ambos figuraba Alejandro Valverde. Las miradas iban dirigidas hacia el murciano de Las Lumbreras. Su punta de velocidad, su destreza en las bajadas y su potencia cuesta arriba le situaban en el centro de la diana de meta.
Pero al igual que se hablaba de Valverde, se hacía también de un buen puñado de rivales de suficiente entidad, como los medalla de oro y de plata olímpicas, Vinokourov y Urán. De echo, tras dar caza al grupo de fugados de Izaguirre, surge otro con fuerza con Valverde, al que dio lugar un brusco demarraje de Joaqauín Rodríguez en la parte final de la ascensión a Arkale. La inclusión de este puerto de segunda categoría, cuya cima dista 15 kilómetros de la meta en el boulevard donostiarra se erigió en juez de carrera. No reinó un perfecto entendimiento en el grupo de cabeza de Valverde y ‘Purito’ Rodríguez, y así éstos eran absorbidos por otra quincena de ciclistas, entre los que figuraba Luís León Sánchez.
El de Mula estaba muy bien arropado por Mollema y Gesink, e incluso algún que otro Rabobank más. De echo, cuando se fusionan ambos grupos, a poco más de nueve kilómetros a meta, y ante el brusco ataque de ‘Luisle’, los holandeses se colocan entre los intentos de caza a modo de tapón. De este modo, y ante un serial de intentos de caza que no llegaron a cuajar, Luís León Sánchez, impasible sobre su bicicleta con pose de ‘contra relojista’, lograba mantener una ventaja mínima, aunque suficiente, de entorno a los diez segundos. Así se presentaba en solitario en San Sebastián, y en la recta de meta, para cumplir con su particular ritual triunfador.