Dicen los especialistas que tendemos a borrar de nuestra memoria sucesos y vivencias desagradables. Quizás eso se corresponda con ese dicho popular de que, ‘el paso del tiempo todo lo cura’, aunque también pudiera existir este otro de que, ‘el inexorable paso del tiempo hace prevalecer aquello que es digno, o no, de ser memorable, imperecedero’.
Unos científicos del Instituto de Tecnología Technion de Israel acabaron con el mito de la mínima capacidad de retención memorística que se le asignaba a los peces después de darnos a conocer que son capaces de conservar sucesos de hasta cinco meses de antigüedad.
A nadie se le olvidan los triunfos imperecederos de los ciclistas españoles en los últimos tiempos, por mucho que se empeñen nuestros vecinos franceses e italianos, en alianza con la Unión Ciclista Internacional, en hacerlos desaparecer. Que hemos dominado a placer durante la última década en el Tour de France es una realidad que tratan de tirar por tierra con suposiciones indemostrables incluso por el Tribunal de Arbitraje Deportivo. Dicen que el deporte es el espejo de un país, y así ocurre de manera manifiesta en esta España nuestra de Nadal, Gasol, Contador, etc. Y quizás sea por el hecho de que nuestro peso político y económico en Europa está en mínimos históricos, debido a una imagen pública translúcida, que solo sabemos patalear cuando de desahucios como el de Contador y la mofa de Los Guiñoles del Canal Plus Francia se trata. E incluso surge el iluminado de turno que entona el mea culpa con eso de que “tenemos un problema con el dopaje”.
Esa aseveración pública y notoria es como dar la razón a quienes tratan de ensuciar nuestras consecuciones deportivas de un plumazo. Es como tirar abajo una férrea vigilancia contra el dopaje a los deportistas españoles. A pocos es ya ajeno el polémico Plan ADAMS contra el dopaje, que es algo así como llevar contigo un chivato de localización y estar expuesto a controles sorpresa en cualquier lugar y situación, excepto de madrugada; faltaría más.
Otra cosa sea que las extracciones sanguíneas no se lleven al efecto en todos los deportes por igual. Pero eso no es razón suficiente para aseverar que, “existe un problema con el dopaje”, sino, más bien, que pudieran haber federaciones que no cumplen estrictamente, o que consideran que en sus respectivos deportes no existe un riesgo tan alto como en ciclismo y atletismo, que son los lapidados.
A mí, ni a Usted, se les olvidará jamás que Francia organiza el Tour de France, el Paris-Dakar y el Roland-Garrós, y nosotros lo ganamos y damos espectáculo, y que la FIFA organiza el Mundial de Fútbol, y nosotros lo ganamos, y que la Federación Internacional de Tenis (ITF) organiza la Copa Davis, y nosotros la ganamos, y que tantos otros estamentos federativos internacionales organizan tantas otras competiciones en que nuestros deportistas brillan y deslumbran, o, al menos, acarician el triunfo.
Cuando ocurre un atropello de la magnitud de la absurda sanción a Alberto Contador y la mofa de Los Guiñoles, debemos manifestarnos con mayor contundencia a través de los poderes públicos y deportivos. No podemos quedarnos en un mero pataleo verbal, en una ridícula misiva escrita al político de turno del país vecino, sino que debe irse más allá. No podemos permitir que el presidente de la Unión Ciclista Internacional, Patt McQuaid mande callar a Rodríguez Zapatero y a Mariano Rajoy cuando mostraron su apoyo a Alberto Contador.
Hagamos público unos datos de analíticas y resultados en la lucha anti-dopaje en España que hablan por sí solos del muy bajo índice de casos positivos, y que contribuiría a esclarecer las infundadas sospechas sobre nuestro deporte. Pues sorprende que países con oscuro pasado en materia de dopaje, permanezcan en silencio a la vez que apuntan con su dedo acusador. Para que eso no sea así pagamos en 2006 un cara factura expedida a nombre de la Operación Puerto, obra y milagro del ya extinto (gracias a Dios) Jaime Lissavetzky. Lamentablemente, aquella actuación policial contra el dopaje solo se cobró, y sigue cobrándose, víctimas ciclísticas, cuando, al parecer, no quedaría títere con cabeza. Esa forma de resolver un turbio asunto se proyecta en nuestra contra en el plano internacional.
Como con esos sucesos que los peces son capaces de retener durante casi cinco meses, cuando Alberto Contador regrese para ganar la Vuelta a España, nuestro máximo estamento político y deportivo debiera estar presente arropándolo y exaltando su condición de deportista extraordinario, y no solo para recrearse desde el techo corredizo del coche del director de carrera o subiendo y bajando de podios previo pose para la foto de rigor. Necesitamos políticos y federativos que no olviden fácilmente, que se impliquen más de lleno cuando de manifestarse ante asuntos tan escabrosos como el de Alejandro Valverde se trate, y que tengan muy en cuenta que, por encima de estar presente en el palco de un estadio de fútbol o de un pabellón cubierto de baloncesto existe un deporte sobre ruedas de profundo arraigo en nuestra Región de Murcia y que nos cubierto, nos cubre y nos seguirá cubriendo de gloria por unos cuantos años más.