La llegada de la caravana ciclística del Tour de France a los Pirineos estaba teñida de ‘rojigualda’. Las cunetas de sus angostas dos últimas ascensiones previas a la meta de Foix era un hervidero de público que proyecta a través del multicanal de retransmisión de televisión el enorme vigor con sigue rugiendo el esforzado deporte del pedal.
El aficionado al ciclismo nunca dio su brazo a torcer, a pesar de los pesares que han sacudido los pilares de este legendario deporte. Cada vez son más quienes elijen visitar el país galo en un mes tan propicio como julio para seguir de cerca, a pie de carretera, el desarrollo de la competición cumbre del calendario ciclístico internacional y la de mayor calado social e impacto mediático de cuantas se celebran cada año.
El ciclismo es un deporte que exige una denodada hemorragia de esfuerzo, pero en el que la táctica ofensiva y defensiva, como si de una batalla militar se tratara, también cuenta. Así lo pudimos ver reflejado en el ganador hoy en Foix. Luis León Sánchez volvía a probar fortuna aún habiendo fracasado en varios intentos recientes. Quizás, cualquiera de nosotros hubiera desistido, esgrimiendo como argumento que bastante desgaste acumula como para gastar en adelante lo que ya no tiene para, al menos, acabar su participación en esta carrera. Pero, él no es así; al menos, no lo forjaron así como ciclista.
En ‘Luisle’ se dan cita una extraordinaria inteligencia táctica en carrera potencial físico que le confieren una cualidad humana y deportiva digna de los elogios que propios y extraños le dedican. Y hoy volvió a hacer gala de lo extraordinario que en los momentos cumbre del desarrollo de la etapa. No dudó un ápice en perseverar hasta lograr incluirse entre un selecto grupo de fugados que no nació precisamente de la nada, sino que hubo que estar en cada uno de los frentes de combate para poder estar donde estuvo.
En el Mur de Péguère, con Peter Sagan resoplándoles en el cogote, Luis León Sánchez no duda en tirar con todas sus fuerzas de sus tres compañeros de fuga ante el amenazante asedio del eslovaco del Liquigas. Todos eran conscientes de que si les echaba el guante, sería muy difícil batirle en la disputa de la llegada a Foix. Sin embargo, Gilbert (BMC), Casar (FDJ) e Izaguirre (Euskaltel) se limitan a dejar hacer al murciano de Mula, y eso que cualquiera de los citados está mejor cualificado para la escalada. Sin embargo, había que infringir a Sagan el mayor desgaste posible con la finalidad de limar su teórica superioridad de cara al esprint. Alguien tenía que tratar de poner en aprietos al eslovaco, aún a consta de su propio desgaste, y ese eligió ser ‘Luisle’.
Cuando Sagan se une a los cuatro fugados, Casar ya había decidido abandonar la compañía de sus compañeros a consta del trabajo realizado por Luis León Sánchez. Y para colmo, el muleño pasa por aprietos al tratar de evitar que Casar no se le pierda de vista de manera, quizás, irremediable, aún al filo de un vertiginoso descenso, terreno en el que ‘Luisle’ es un consumado especialista. De echo, cede terreno y contacto incluso hasta con Sagan, y se ve avocado a un sobreesfuerzo en la bajada.
Una vez logrado el reagrupamiento, debido al empeño de todos por dar caza a Casar, llega el momento clave del desenlace de la carrera. Luis León Sánchez vuelve a no dudar un ápice en asestar un seco ataque a sus oponentes que les deja sin capacidad de respuesta. Las dudas se apoderan de grupo de fugados. Nadie se atreve a salir en busca de ‘Luisle’ para después acusar ese sobreesfuerzo. Nadie quiere allanarle el camino a Sagan. Todos saben de su superioridad, manifiesta en lo transcurrido de Tour de France, y ninguno quiere arrepentirse de una maniobra de acercamiento y captura que pueda pasarles cara factura.
Entre tanto, ‘Luisle’ se crece, y aumenta paulatinamente su ventaja. Él es un excelente rodador, como especialista en contra reloj que es. Y cuando está dentro de la franja de los últimos trescientos metros, cuando se gira y se sabe ganador, se emociona. Todos esperamos que bajo el arco de la meta de Foix repita el ritual de mirar al cielo y alzar su mirada y brazo hacia arriba, para dedicarle el triunfo a su añorado hermano y a su tío, fallecido hace muy poco tiempo.
Hay unos segundos en que se sienta, una vez que ha cruzado la meta y se ha bajado de su bicicleta. Deja escapar unas lágrimas, lágrimas de cocodrilo.