Aún bajo las referidas condiciones adversas, me sorprendía al ver todavía pobladas de público las zonas ‘calientes’ del recorrido, los nudos de conexión entre los circuitos que conforman el recorrido final, la segunda parte de la carrera, the hell. E incluso observo a niños y niñas de mediana edad, debidamente ataviadas con chubasqueros de cabeza a pies, colaborando en la señalización de los posibles puntos de confusión junto a sus padres. Y es que en esta carrera existe una perfecta colaboración entre el club organizador y los clubes de los alrededores.
Soportan estoicamente el frío y la lluvia, con una sonrisa intermitente que se activa al paso de los vehículos de carrera. Eso no lo encontraría en nuestro país bajo esas condiciones. Ese es un detalle muy significativo que distingue la devoción de los países norteuropeos por el ciclismo, máxime tratándose de un país con es Gran Bretaña, tan futbolero o más que España. Es esa cultura polideportiva de la que todavía carecemos en nuestro país.
De vuelta a la competición, a sus avatares, encontramos un continuo goteo de abandonos. Entre ellos aparecen de los nuestros. Una decepción a la que nos obliga a aceptar las extremas condiciones de la carrera. Quizás, como apuntaba antes, hubiéramos visto otra carrera bajo otras condiciones, como las que nos acompañaron el año pasado, cuando el KTM-Murcia debutaba con un quinto puesto.
El británico Simon Thomas, que regresaba a la carrera en que conoció a los KTM-Murcia, echaba el pie a tierra aquejado de dolencias en su rodilla. Tanto las dolencias musculares como las que afectan a las articulaciones suelen acrecentarse con el mal tiempo. La lista de retirados estaba siendo una constante, y eso que en el ciclismo no existe banquillo ni posibilidad de que otro compañero te releve. Aún así topábamos con un gotero de ciclistas que iban perdiendo contacto con el pelotón principal que se resistían a decir adiós. Es ese denodado espíritu combativo que distingue a éstos esforzados del pedal, y que sirve para que este deporte alcanzara ya el grado de legendario y la condición de más exigente.
Cuando el ciclista decidía abandonar la carrera, o era apeado por los jueces árbitros al superar una pérdida de tiempo que se estimaba irrecuperable, eran auxiliados por la gente de la organización y por los auxiliares de los equipos, de modo que en nuestro caso, como en el del resto de equipos foráneos, sobre todo aquellos que nos desplazábamos desde muy lejos vía aérea, era el coche del equipo en carrera el que los recogía. Así sucedía en nuestro caso. O bien, aprovechaban el paso por el punto del recorrido más próximo a la meta en Melton para dirigirse directamente por una vía alternativa. Ya el resultado era lo de menos; había que congratularse porque ninguno sufriera caída alguna.
Llegados a meta, urgía recoger los bártulos cuando antes para partir con inmediatez hacia el aeropuerto de Middlands. Esa era la otra carrera, el otro gran reto: llegar a tiempo para coger el vuelo de regreso a casa. El tiempo apremia. Los primeros cinco clasificados cruzan bajo el arco de meta disgregados. Esa es viva muestra de que la Rutland-Melton CiCLE Classic 2012 había sido especialmente dura. De los casi 200 participantes, apenas cuarenta habían logrado completar los casi 180 kilómetros totales de recorrido.
Mientras desmontábamos las bicicletas para su embalaje en unas bolsas de plástico especiales para el transporte de bicicletas, los ciclistas del KTM-Murcia se despojaban de sus embarradas vestimentas de competición, plenamente humedecidas, para ponerse ropa y seca y ultimar sus bolsos y maletas de viaje. Tom nos conduciría en un microbús hasta el citado aeropuerto de Middlands raudo y veloz. Just in time! Llegados a los mostradores de facturación, dejábamos las bolsas con las bicicletas y demás material de mecánica y avituallamiento, y nos dirigimos hacia la puerta de embarque. El avión anunciaba su despegue para las 18:30 horas (local). Había tiempo suficiente; eran las 17:45 horas (local) cuando dejábamos atrás el arco de seguridad. Los chavales aprovechaban para reponer energías antes de subirse al avión. Tom lamenta que el mal tiempo impidiera que hubiéramos podido ver otra carrera. “Hasta el año próximo”, agrega Tom en su despedida. Sin duda alguna, Tom, nos veremos.