“Si no me hubiera visto lastrado por las caídas, igualmente hubiera sido muy difícil ganar a Wiggins y Froome”. Así de sincero. Alejandro Valverde llegó al inicio de este Tour de France en Liega considerándose capaz de poder estar en la batalla por los peldaños del podio parisino de los Campos Elíseos. De no ser así, qué sentido tenía estar en la cita cumbre de la temporada. Un líder es ambicioso, y el murciano de Las Lumbreras lo es; no lo esconde. La incógnita residía en las tres ediciones (2009, 2010 y 2011) en que se ausentó de esta carrera. En 2009 ganó la Vuelta a España. Se alejaban de él los fantasmas que lo encasillaban. Reflexión para aquellos que no apostaban por él como ganador de una de las tres históricas de tres semanas. Pero Valverde Belmonte es un torero del ciclismo, y sabe torear en todas las plazas. Su metamorfosis la inició ya desde las filas del desaparecido Comunitat Valenciana (Kelme). Lenta, pero con pedalada firme. Bradley Wiggins, virtual ganador del Tour de France de 2012 era un especialista del ciclismo en pista, y ahí le tenemos. Otro se iniciaron en el ciclismo profesional en la modalidad de ciclismo de montaña (BTT), como Cadel Evans y Ryder Hesjedal, que ganaron el Tour 2011 y el Giro 2012, respectivamente.
La duda de cómo iba a reaccionar Valverde después de tres ediciones ausente y un año y medio apeado de la competición. Era su reencuentro con el Tour de France; la carrera que le sugirió, con la boca pequeña, que no estuviera en 2009. Con qué mezquindad se actúa sobre el podio rodante del Tour de France. ¡Ahora sí; ahí la llevas! Seguro que por los pensamientos de Valverde pasó esta expresión. Por todos aquellos que dudaron de su extraordinaria calidad deportiva y humana, por todos aquellos que cuando el Comité Olímpico Italiano, en estrecha colaboración con la AMA y UCI, lo acusó; por todos aquello del tribunal del TAS que dictaron en su contra aún admitiendo que no había conclusiones argumentales sostenibles para ello. “Me ha costado muchísimo. Ha sido una etapa muy dura, no solo al final. Se lo dedico a todos los que me apoyan, a mi familia, y a Xavi (Tondo)”, dijo durante la entrevista multicanal de televisión entre lágrimas, profundamente emocionado. Quizás nunca habíamos visto así a Valverde. Era el momento y lugar de sacar de dentro de uno mismo todos tus pensamientos. Hubiera añadido otros pensamientos, pero fue comedido; no conviene.
La presencia del Col de Menté tan pocos kilómetros después de tomar la salida invitaba a estar con las orejas muy tiesas. Ya en las primeras estribaciones montañosas se forma un grupo de fugados en que Valverde logra tener presencia. Estaba anunciado que la fuga sería madrugadora, y que después de lo visto ayer camino de Bagneres de Luchon, tenía muchos visos de cuajar. Cierto que por delante aguardaban el Col de Ares (2ª), el port de Balés (HC) y el Col de Peyragudes (1ª); éste último una estación invernal.
Las primeras unidades del pelotón inician la ascensión al Col de Menté con Brice Feillu intentando atacar. También Rui Costa, Leipheimer y Egoi Martínez aparecen en posiciones delanteras de ataque. Frederik Kessiakoff tensa en busca de formar una fuga, y Thomas Voeckler le sigue. También Menchov se filtra en el corte. A ese grupo se unen Valverde, Zubeldia, Rui Costa, Van Den Broeck y Cobo, entre otros. Ese grupo queda provisionalmente formado por: Rolland, Voeckler, Menchov, Monfort, Egoi Martinez, Alejandro Valverde, Rubén Plaza, Biel Kadri, Jeandesboz, Sandy Casar, Thomas Voeckler, Jelle Vanendert, Levi Leipheimer, Rein Taaramae, Jean Christophe Peraud, Fredrik Kessiakoff, Trofimov y Brice Feillu. Pero todavía había que culminar la ascensión al Col de Menté, y todavía restaban Ares, Bales y Peyragudes. Ese tenso paso de los kilómetros, aún tratándose de una etapa corta y nerviosa, da lugar a que ese gruipo tan numeroso vaya adelgazando a marchas forzadas, que es lo que le interesaba a Valverde hasta que, en la subida a Balés, Azanza e Izaguirre provocan una escisión, que da lugar a formar el ritmo por detrás, en el grupo de Valverde, auxiliado por Costa. Con los dos del Euskaltel marcha Plaza. Pero al alicantino le dan indicaciones para que deje a Arzanza e Izaguirre, y contribuya a la labor de desgaste en el grupo de Valverde, junto al propio murciano y a Costa. Eso surge efecto. Del grupo compuesto por Valverde, Rui Costa, Egoi Martínez, Frederik Kessiakoff, Thomas Voeckler y Sandy Casar solo se quedan el portugués y el murciano del Movistar, los tres del Euskaltel y Biel Kadri (Ag2r). Éste último se permite incluso tratar de marcharse en compañía de Izaguirre, pero Valverde no quiere conceder licencias.
Llega el momento y lugar, en el Port de Balés, en plena ascensión, en que Valverde decide jugársela al todo o nada, y se marcha por delante. Por detrás, sus ex compañeros de fuga son atrapados por un pelotón comandado por los Liquigas que parecen ir en busca del triunfo de etapa y de forzar al Sky y a Wiggins & Froome. Entre tanto, la ventaja de Valverde, que llegó a esta por encima de los tres minutos, se va consumiendo a medida que se aborda la ascensión al Peyragudes. El pedaleo de Valverde refleja el enorme desgaste físico que se acumula a estas alturas del Tour de France. Por detrás, solo le siguen Egoi Martínez (Euskaltel) y Rui Costa (Movistar). Pronto iban a ser atrapados por un voraz pelotón del líder del que sigue tirando el Liquigas.
Ya en la parte final, cuando la ventaja de Valverde es de poco más de un minuto los ataques de Van de Broeck y Thibaut, también de Nibali, pero eran puros fuegos de artificio, pues el serio tirón final estaría protagonizado por Froome. Tan fuerte se puso a tirar el lugarteniente de Wiggins, que cortó hasta en tres ocasiones a su jefe de filas y líder de la carrera. Temimos por el triunfo de Valverde. Agónico. La ventaja era de apenas treinta segundos bajo el arco de menos de dos kilómetros. Froome y Wiggins querían darse un festín. No se conforman con ser dueños y señores de carrera. Pero, ganó Valverde.