Hay acciones que son difícilmente justificables. Puede que la protagonizada hoy en la ascensión final a Alp d’Huez pueda ser una de esas. Sobre todo, cuando se les ha visto ponerse de acuerdo en beneficio de los intereses del ciclismo español, por encima de intereses particulares, porque así lo propicia la alianza de los hermanos Schleck.
Me refiero al candente debate que deja abierto la actuación hoy de Samuel Sánchez. No hay nada que discutir respecto a su inapelable demarraje cuando marchaba en compañía de los hermanos Schleck, Evans y Cúnego en busca del triunfo en la cima del Alp d’Huez. Tiene dereecho a aspirar a la victoria aún llendo delante su compatriota y ‘aliado’ Alberto Contador. Pero, cuando en su remontada se topa con un crecido Pierre Roland, que antes había osado dejar atrás a su jefe de filas y maillot amarrillo, Thomas Voeckler, debía de haber hecho primar que el galo del Europcar le relevase. Digo ésto porque, si bien sabemos de la rapidez de Samuel Sánchez en las llegadas al esprint no masivas, seleccionadas previamente, es de razón que, teniendo a la vista a Alberto Contador, el hecho de llevar a rueda a Roland, que también es rápido, exigía un serio y frío replanteamiento de intereses. No es que se deba renunciar a la posibilidad de brindar a tus patrones un segundo triunfo de etapa en el Tour de France, sino que uno ya es veterano como para saber cómo está en ese momento y lugar como para disputar la victoria a ese rival que llevas a rueda, al margen de que uno se crea con fuerzas y coraje suficiente como para superar a un Alberto Contador Contador muy castigado ya después de haber completado la ascensión a Alp d’Huez prácticamente en solitario.
La peor cara de ese asunto, de esa fusión entre Contador, Roland y Samuel Sánchez era que ni para Samuel Sánchez ni para Alberto Contador el ansiado triunfo en la cima de Alp d’Huez, como desgraciadamente acabó por suceder. La enorme sonrisa que nos dibujo la actitud combativa de Alberto Contador durante toda la etapa, desde que atacó con apenas una decena de kilómetros recorridos, se torno en rabia absoluta, en decepción, entre comillas. Pues, después de cómo vimos ayer a Alberto Contador y a Samuel Sánchez ayer en los últimos kilómetros de ascensión al Galibier, poco halagüeños podíamos ser hoy, dada la enorme exigencia que imponía la brusca orografía de la jornada alpina, y después de un cúmulo de cansancio y desgaste matador.
Una jornada como la de hoy de poco más de una centena de kilómetros, aún con tres colosos por el camino, ciertamente se perfilaba eléctrica, chispeante, porque todavía había, y ahí todavía, muchos cabos que atar. Y así sucedió a razón de los que la baticinábamos así. Pero casi nadie esperaba que el gran amenizador de la misma fuera Alberto Contador. A pesar del duro golpe que recibió ayer porque sus piernas no iban cuesta arriba, hoy, el de Pinto, daba una lección antológica, en una etapa diseñada a propósito por ASO para rendir tributo a su razón de ser y estar, el Tour de France, y con dedicatoria especial para el Galibier, que ya fue final de etapa ayer. Pero a diferencia de ayer, hoy se ascendía eligiendo otro trazado, atravesando por ese mítico túnel horadado en la roca hace más de un siglo, y que permitía a los habitantes de ambos lados de este muro montañoso estar en contacto.
Contador atacó con plena confianza, sin que Evans y los hermanos Schleck pudieran reaccionar, al menos de manera casi inmediata. Sí que Andy Schleck salió en su búsqueda, y se unió a él. Ambos se fusionaron con un grupo de fugados que marchaba ya por entonces por delante.
Llegó un momento y lugar, ya en las rampas del Galibier, en que Contador toma la batuta. Después se une a él Andy Schleck, una vez que observa como esa maniobra puede acercarle al maillot amarillo todavía enfundado en el menudo cuerpo de Thomas Voeckler, que, a sus vez, y sumido en la desesperación, pierde contacto con Basso, Cúnego, Evans y Frank Schleck. Pero pocos esperábamos crecerse de tal manera a los verdes del Europcar. De modo que, una vez que lograron conectar otra vez con el grupo de Evans, entre todos dan caza a Contador y Andy Schleck casi al inicio de la ascensión final al Alp d’Huez. Ya en esta revirada escalada, de las 21 curvas, Contador emula aquel ataque triunfal de Carlos Sastre en 2008, y arranca desde abajo, sin que nadie pueda evitarlo.
De lo que acabó sucediendo ya les hemos dado habida cuenta. Mientras tanto, la afición española se rehizo del desencanto del día anterior, y vibraron con el genuino baile de Alberto Contador, que lejos de la soltura exhibida tiempo atrás, pedalada a pedalada daba viva muestra de que celebraríamos su triunfo en la cima del Alp d’Huez. La remontada de Contador hasta situarse al frente de la etapa fue espectacular, muy digna de pasar a la historia del ciclismo narrada con letras doradas. Pero, Pierre Roland supo sacar jugo de su reposición de fuerzas a rueda de Samuel Sánchez. Cuando ambos llegan a la altura de Contador, Roland lanza un duro demarraje al que solo es capaz de responder Alberto Contador, con más rabia que fuerzas. Pero, Roland, que se sabía superior a sus dos veteranos contrincantes, insiste, vuelve a demarrar, y aunque está vez trata de responder Alberto Contador, no sucedería así en un tercer intento. A la tercera fue la vencida. Alberto Contador se derrumba a causa del gran esfuerzo, y aunque Samuel Sánchez le propone soldarse a su rueda, ni el asturiano ni el madrileño logran abortar la victoria de Roland en la meta del Alp d’Huez.