A sus 34 años, Cadel Evans desciende por la escalerilla del podio visiblemente emocionado. El impacto emocional al verse de amarillo era demasiado, pero no por ello desmerecido o inesperado. Desde que echó a rodar el Tour de France, el australiano jefe de filas del BMC se posicionaba en la cabeza de la tabla clasificatoria. Para ganar un Tour de France hay que ser un ultrafondista, no flaquear en ningún momento y lugar, y lograr eso exige un esfuerzo extraordinario y una gran dósis de suerte solo al alcance los grandes de este esforzado deporte del pedal. Ya ni se acordaba Evans los años que aspira a estar en lo más alto del podio parisino de los Campos Elíseos.
A Cadel Evans siempre se le tildó de ‘chuparuedas’, de pasivo; se le exigía bravura, atrevimiento. Así, en parte, se mostró durante este Tour de France, aunque muy fiel a su modo de ser. Sabíamos del especial mimo con que había preparado el asalto a este Tour de France, pero también era consciente que el duelo Contador vs Schlecks podría dar al traste con su ambicioso plan. Pero ese duelo se desvirtuó desde el momento en que Contador daba con su rodilla sobre el asfalto durante los kilómetros finales de la primera jornada, y más adelante, camino de la cima del Galibier cobraba tintes trágicos. Contador no era el que nos tenía acostumbrados por circunstancias puramente deportivas, partiendo de la deshonra hacia su persona a que tuvo que asistir incrédulo en el acto de apertura del Tour de France, hasta el momento y lugar en que se siente incapaz de estar a la altura de sus rivales. Aunque los campeones se distinguen del resto de los mortales por saber crecerse en momentos de adversidad aguda, y aún viéndose apeado incluso del podio, nos regaló un par de gloriosas jornadas alpinas para enmarcar.
Eso mismo hace que Evans merezca ganar este Tour de France. Su constancia, perseverancia en el intento por vestir de amarillo y por no dejar escapar su oportunidad. Cuando sus rivales candidatos al podio no querían asumir responsabilidades, Evans cogía las riendas de la carrera, e incluso sorprendía con una plantilla de gregarios que pocos creían a la altura de proteger a un aspirante a ganar el Tour de France desde que partiera la carrera. Eso era una señal inequívoca de que para Evans este era otro Tour muy diferente a sus anteriores intentos. Siempre estuvo ahí, al pie del cañón, con una u otra actitud, nos gusta o aplaudamos más o menos, pero ahí estuvo, insisto. Y hoy, en un trazado cronometrado acto para sus características, impuso su fortaleza física y mental para batir a un Andy Schleck que quizás pecó de creerse ganador antes de tiempo. Convenía tener muy en cuenta que detrás de ese agotador trasiego alpino aguardaba una cronometrada de 42 kilómetros en Grenoble que estaba llamada a ser juez de carrera. Así fue, y dictó sabia sentencia. Evans merecía ganar el Tour, éste Tour. Y Contador, que anduvo rápido, acaba quinto, y Samuel Sánchez, sexto en la general final, además de lucir mañana en el podio de los Campos Elíseos el maillot de puntos rojos de ganador del Gran Premio de la Montaña.
El muleño Luís León Sánchez, claramente venido a menos, cedió 5:16 respecto al ganador Toni Martín (55:33), pero le honra su victoria, única para Rabobank en este Tour de France. A buen seguro que el resultado conjunto de la escuadra holandesa en este Tour de France, con el patinazo de su jefe de filas Robert Gesink como plato principal, llevará a un serio replanteamiento. Por otra parte, el ciezano José Joaquín Rojas asiste incrédulo a la supervivencia en carrera del líder de la regularidad que fuera repescado para insensatez de tan ilustre clasificación. Quince puntos separan al británico Cavendish de Rojas Gil. Mañana habrá ‘volata’, y sobre el plano, Cavendish se perfila imbatible. ¿Habrá vuelco como hoy?