Comentaba hace un tiempo con un compañero de micrófono que en el debate de las alegrías que nos deparan los éxitos de una entidad deportiva convendría incluir un dosis de cruda realidad; esa ‘cara B’ que recoge las incertidumbres que siembra la complicada situación actual del mercado publicitario de patrocinio.
Incluso las grandes empresas reducen a marchas forzadas sus partidas presupuestarias destinadas a patrocinio deportivo, y la controvertida Ley del Mecenazgo tampoco resulta ser muy halagüeña. Recurrir a una fundación tampoco funciona, y es una locura pensar en subvenciones públicas. Tampoco es una solución para la sostenibilidad tener tantos o cuantos socios o afiliados, como es un suicidio encomendarse a las recaudaciones de taquilla o a los derechos de retransmisión mediática.
Existen otras fórmulas, como es la de sumar patrocinios que aporten cantidades muy inferiores a las deseadas, pero que la suma de todos hace la fuerza. Eso se podría considerar válida cuando de una entidad deportiva de bajo presupuesto hablamos, porque si nos remontamos a aquellas que militan en categorías superiores, no es suficiente.
Antes incluso estaba la figura del bendito loco que se rascaba el bolsillo hasta el último céntimo en virtud de su devota fidelidad. Ya apenas quedan de esos. No estamos en tiempos de vino y rosas, que diría aquel. Y de poco o nada sirve gozar de un cortejo de seguidores reivindicativos alentados por determinados periodistas incondicionales.
Hay que ser realistas, y plantear abiertamente al seguidor la posibilidad muy certera de que, a pesar de que se halla logrado tal o cual hito, eso no garantiza su continuidad, sobre todo, cuando del deporte profesional hablamos.
Tengo muy presente el caso de una entidad deportiva profesional de muy cercano apego que, a pesar de lograr estar presente en una competición de máximo rango, quedó apeado de su incipiente aunque intensa y fructífera trayectoria de la noche a la mañana. Quizás hubo quienes acertaran en su pronóstico de defunción, pero otros ignorantes como quien les escribe apenas dábamos crédito a ese supuesto vaticinio. Pero acertaron. Y eso que su presupuesto era, ya en 2009, un tercio del actual de otras entidades deportivas profesionales de igual rango.
Y llegados al punto del serio replanteamiento sobre la sostenibilidad del proyecto de continuidad, pudiera tener sentido en otro escenario, y por qué no de inferior categoría. Quizás exista un plan de viabilidad válido o que genere ciertas expectativas de validez, pero, visto como está el percal, déjenme ser poco halagüeño.
También es cierto que el propio regidor federativo ya está dando los pasos encaminados a esa deseada sostenibilidad a través de una rebaja del requisito presupuestario para militar en la máxima categoría mediante la búsqueda de un patrocinador que cubra los gastos de producción de imágenes con que llegar a la gran masa de público.
Hay que trabajan conjuntamente, federación y entidades deportivas, en virtud de la elaboración y puesta en práctica de planes y soluciones de viabilidad que dejen de una vez por todas de lado la intervención del bolsillo público con que salvar el trasero. Esta es también ‘la cara B’.