Hay una imagen, un momento, un cara a cara, unos instantes, que resumen el acontecer de un regreso de ensueño. Capricho del destino, Patt McQuaid, presidente de la Unión Ciclista Internacional, le hace entrega a Alejandro Valverde de la medalla de bronce de la prueba reina del reciente Mundial en Limburgo. Sus respectivos rostros eran suficientemente ilustrativos. Apenas unas palabras meramente protocolarias le dirigió el mandatario irlandés al murciano de Las Lumbreras. Quizás un ‘enhorabuena’. Sí, tan solo eso. No parecía dispuesto McQuaid a pedirle perdón por el calvario por el que le obligó a peregrinar a través de una incomprensible acusación a cargo del Comité Olímpico Nacional Italiano. Y claro, tampoco estaba por la labor Valverde de decirle ni pío. Aunque, a buen seguro que en su interior le dirigió algunas cuantas palabras, como por ejemplo: ¡Esto va por ti! Y mientras tanto, los aficionados mirando fijamente, sin perder un detalle, un gesto.
Valverde decía adiós allí, en ese podio de Limburgo, porque, aunque anunció su participación en la clásica italiana Giro de Lombardía, fue baja de última hora aquejado de un proceso febril; y no solo eso, sino que daba por concluida su campaña competitiva, cuando se le esperaba también en China, donde el Movistar rendirá tributo a su socio local de telecomunicaciones, Unicom. Y lo ha hecho con la medalla de bronce colgada del cuello; la cuarta que cosecha en unos mundiales. La guinda a un regreso de ensueño. Detrás deja un año y medio apeado de la competición, pero entrenando tan duro como si lo estuviera. Así lo constató con su brillante triunfo envuelto en lágrimas de emoción logrado en el Tour Down Under, en la jornada reina.
En la Vuelta a Andalucía se impuso en su general final, y se apuntó otro triunfo parcial. Así sopesó su participación en la Vuelta a Murcia, pero su reducción a tan solo dos días le obligó a viajar a Niza. Allí logró su tercera victoria de la temporada, y eso que todavía era marzo. De modo que, aunque siguió compitiendo, se tomó su merecido descanso preparatorio del Tour de France, al que acudiría con las máximas aspiraciones. Aunque las caídas que sacudieron al pelotón se cebó con él, y le dejó trastocado hasta la última semana, cuando, en un alarde de raza de campeón, no se fue del Tour de France sin un triunfo, aunque ocupara el puesto vigésimo en la general final. Pudo ser peor, y de hecho, otros sucumbieron a las caídas y abandonaron. Otra vez las lágrimas de emoción se apoderaron del murciano.
Dudó de su participación en la Vuelta a España, pero acabó por dar el sí quiero días antes de que alzara el telón. Camino de la estación invernal de Valdezcaray, y vestido de líder provisional de la carrera, se topa con el asfalto cuando una maniobra para formación de abanico iniciada por el Sky empuja a la cuneta al Movistar. Solo se salvan Cobo e Intxausti. Con ellos coincidiría en plena ascensión a Valdezcaray cuando trataba de regresar al pelotón, con la inestimable ayuda de Quintana. Ese día marcó un antes y un después en su participación en la Vuelta a España. Valverde no daba el brazo a torcer, y se metía en la puja directa por el podio de La Castellana junto a Joaquim Rodríguez y Alberto Contador una vez que habían quedado descolgados Froome, Gesink, etc.
En la Vuelta a España cosechó dos triunfos parciales y los maillot de la Combinada y los Puntos, además de escoltar al madrileño y al catalán en el podio. Valverde fue segundo. Así que, todos augurábamos una exitosa continuidad en el Mundial de Limburgo, con el Cauberg como teórico juez de carrera. Lo demás ya lo conocemos de sobra.