No pudo suceder en peor momento. El BMC de Cadel Evans tiraba con todas sus fuerzas de un pelotón que ya iba desgranándose antes de afrontar la ascensión final a La Planche des Belles Filles. Los siete fugados ya no daban abasto ante el asedio del pelotón. Apenas 35 segundos les separaban. Las primeras rampas, con un desnivel todavía asumible, pero el ritmo de caza era desbocado. A algo más de siete kilómetros para alcanzar la cima de este inédito y exigente alto montañoso, vemos a Alejandro Valverde apeado en el lado izquierdo de la carretera. Se apresura a continuar la marcha. Había pinchado el neumático trasero. Suerte que Vladimir Kartpets le asiste. Le iba a resultar muy complicado regresar donde debía, donde estaba, entre las primeras unidades del pelotón, al rebufo de los BMC y Sky.
Alejandro Valverde no es el único que atraviesa por serias dificultades. Existen diferentes grupos de descolgados que se niegan a dar el brazo a torcer ante el empuje de los de delante. Entre ellos hubieron ilustres víctimas. No de caídas, pero sí de ese giro que hoy tomó la competición con la llegada a la montaña de los Vosgos. Preludio de la debacle que todavía espera acontecer. Hasta entonces, hubieron quienes se las prometían felices, a rueda de Wiggins y Evans, pero Valverde, sin noticias de él, no sería el único damnificado. Tantos otros puede que hoy entregaran la cuchara. No se puede aseverar que sea algo definitivo e inapelable. Todavía resta mucho camino por delante. Casi cien kilómetros contra el cronómetro y Los Alpes y Los Pirineos, además de otras etapas ‘trampa’.
Vemos a Menchov, Nibali, Taaramae, Zubeldia, Roland, Monfort, Roche, …, e incluso a Schleck, Pinot, Samuel Sánchez y Rui Costa, pero no a Valverde. ¿Qué ocurre con Valverde? No hay respuesta, no hay referencias. Sabemos que viene descolgado, pero no así qué pérdida de tiempo acumula respecto a los favoritos, a los de delante. Desesperante. Puede que fuera remontando posiciones, recuperando el terreno perdido. De eso no nos cabe duda. Lo que sí nos queda claro es que, poco después de que dejáramos de ver a Valverde, Luís León Sánchez y los otros seis compañeros de fuga, jornaleros de la gloria, era atrapados. El de Mula no encontraba colaboración desde kilómetros atrás. El grupo de fugados perdía renta de manera acelerada desde que aquella ventaja próxima a los cinco minutos, estable durante un buen puñado de kilómetros, dejara de serlo porque a los capos del pelotón se les antoja no dejar que nadie más que ellos disputarán el triunfo. Y algo más, el liderato provisional de la carrera, ante un Cancellara que se aferra al liderato sin excesiva convicción.
El Sky no tiene piedad, y nos retrotrae a aquella apisonadora que parecía ser el US Postal de Lance Armstrong. El pedaleo es demoledor. Tan solo unos cuantos elegidos son invitados a padecer sobre manera a su rueda. Froome, aquel espigado británico que nos deslumbrara en la última Vuelta a España, enchufa el turbo, y solo su jefe, Wiggins, Evans y Nibali le aguantan, porque Menchov revienta. Aunque no quedaría ahí la exhibición, pues aún se tomaría licencia para remachar con éxito. Evans, Wiggins y Nibali le secundan. Taaramae, Zubeldia y Roland destellan. Se apuntan al festín, aunque sea con una pérdida de tiempo inferior al minuto.
Llega Valverde, a 2:19, en el puesto 27, y explota. “Esto es una mierda, el Tour no es mi carrera. Aunque llegue bien, un pinchazo antes de la última subida te quita todo. Te dan ganas de irte a casa. Ahora buscaremos victorias de etapa aprovechando la libertad”, dice a los oyentes de la COPE.
Se refresca. Ya más comedido, valora: “A pesar de las caídas, me encontraba bien y tenía buenas piernas. He comenzado el puerto con las piernas hinchadas, a doscientas pulsaciones, y he empezado a adelantar gente de la general. No sé si tenía piernas para ganar a Froome, pero creo que habría estado con Evans. Siempre tengo mala suerte en el Tour”, finalizaba resignado.