Puede que se abrieran ayer, camino de la cima de Plateau de Beille, que no respondiera a la gran expectación creada entorno a esta teórica etapa reina de este Tour de France, amén de las jornadas venideras de tributo al Galibier y la retorcida escalada a la Estación Invernal de Alp d’Huez. Quizás consideran que fue un fracaso de final de etapa porque nadie fue capaz de poner el cascabel al gato, que se dice en el argot ciclista. Pues, como vendedor de ilusiones, lo siento, ahora que, como analista y comentarista, les digo que se equivocan, que asistimos a un espectáculo muy digno, en estado puro, en el que las fuerzas son las que hay. Huyamos de esos fuegos de artificio que en nada conviene a este castigado deporte del pedal. Yo apuesto por lo de ayer, por una lucha enconada por imponer la fortaleza de cada cual, si bien pecó de encorsetada, de maniatada, desde el momento en que los intentos de derribo de Contador no surgían efecto.
Todavía sigue el ambiente enturbiado por las dudas que sigue generando el anómalo comportamiento de Contador.
Cierto es que, este Contador no responde al patrón de conducta a que nos tenía acostumbrados, pero el de Pinto es humano, y después de haber brillado sobre manera en una carrera casi más exigente por su perfil de recorrido, el Giro d’Italia, así como por la caída que le marcó el primer día de carrera, que le mantiene maltrecha su rodilla, podría estar justificado una bajada de su rendimiento.
Digo ésto porque, de no ser así, Contador hubiera cedido al segundo de los intentos de derrocamiento que le lanzó Andy Schleck en los kilómetros finales de ascensión a Plateau de Beille. Para mí, como para tantos otros, el menor de los hermanos luxemburgueses del Leopard-Trek es el más fuerte en la carrera gala. A las pruebas me remito, amén que Contador esté jugando al despiste, que es otra de las teorías que circula entre bambalinas.
Sea como fuere, el comportamiento de Contador está siendo creo que el acertado. El de Pinto está obrando muy inteligentemente de cara a ir ganando tiempo y terreno de recuperación respecto a la recuperación de su rodilla en el breve tránsito que dibuja el libro de ruta del Tour de France camino de los Alpes. Ayer, Contador dejaba que fueran el resto de candidatos al podio de los Campos Elíseos quienes respondieran en un primer momento de reacción para evitar un desgaste que podía haberle resultado de cara factura, que podía haber provocado que perdiera contacto. Y el caso es que, hablo de Andy Schleck porque fue el único de los rivales creo que con suficiente entidad como para tratar de golpear y derribar a Contador. Porque los tirones de Basso, Evans y poco más apenas fueron testimoniales. Se trataba de cambios de ritmo sostenido en fa menor. Los arreones de Andy Schleck sí que fueron dignos de considerar, de alterar el guión del desenlace. Pero el luxemburgués no lo logró. Aún con un frenético impulso, tozuda insistencia, que derivó, de manera indirecta, en la caída de su hermano, Frank.
Eso si, yo sí que esperaba ver a un Frank Schleck en una condición más aguerrida, pero ayer resultó evidente que está por debajo del potencial de su hermano menor, Andy, algo que ya conocíamos. Sin embargo, al ver a Frank tan adelante en la clasificación general aunque sea provisional nos hiciera creer que está en mejor condición. Aún así, es pronto todavía para emitir juicios de opinión que puedan cobrar certeza porque resta todavía por afrontar los Alpes. Ese es el terreno que espera Contador que llegue, pues es en ese escenario de las alturas donde confía en sacar la batuta del bolsillo trasero de su maillot del Saxo Bank. También se ha especulado mucho entorno al bajo potencial que rodea al Contador en el Saxo Bank en comparación con el equipo de los Schleck, con Voigt y Cancellara como máximos exponentes. Pero, el caso es que, tampoco vimos a ese Leopard-Trek que pudiera poner en aprietos a Contador y a sus más files escuderos, Dani Navarro y Jesús Hernández. Ambos cumplieron con su papel de escoltar a Contador, pero es que no correspondía a ellos adoptar papel ofensivo o de control alguno. Eso era cosa del Leopard-Trek y del Europcar del líder Voeckler. Ya advertí que el menudo corredor galo aguantaría como un jabato, que a ese no lo bajan del trono tan fácil. Como bien apuntaba Perico Delgado en la retransmisión de TVE, esa forma de escalar a tirones que se marcaron ayer los Basso, Schleck y demás favorecen a Voeckler. A éste solo se le suelta a ritmo acelerado y sostenido, y para llevar a cabo eso, los Alpes son un terreno más idóneo que los Pirineos por el patrón de perfil de los puertos.
Acabaré mencionando al asturiano ganador en Luz Ardiden, Samuel Sánchez. Ayer se vio favorecido por el estrecho marcaje entre los favoritos, entre los que él también se incluye. Le observo, como ustedes puedan también convenir conmigo, muy metido en carrera, muy fino. Esa carrera que parecía no serle propicia aún habiendo hecho los deberes, ahora le sonríe, le seduce, y le hace crecerse, como le vimos ayer. Qué pena que andara tan justo de fuerzas como para optar a apuntarse su segundo triunfo de etapa. Samuel Sánchez está entre los diez mejores, y esa circunstancia, que no le es ajena, debe saber explotarla. Yo le creo suficientemente inteligente como para ello. Él es la otra gran baza española. Porque, qué quieren que les diga, del resto hay que olvidarse, mientras que no se demuestre lo contrario. Porque para la consecución de triunfos parciales sí que disponemos la parroquia española de un importante ramillete de aspirantes. Ayer pudimos deleitarnos con un guipuzcoano de tan solo 23 años al que hay que tenerle ya muy en cuenta. Le conozco bien. Es Gorka Izaguirre. Debutó en 2009 en el extinto Contentpolis-AMPO-Murcia. Ya por entonces, daba señales de brío. Así lo atestigua José Antonio Ortuño, manager de aquella escuadra. Los Euskaltel-Euskadi están muy crecidos. Les creo con serias posibilidades de sumar, al menos, una segunda victoria en este Tour. También confío en que al ciezano José Joaquín Rojas le llegue su recompensa, su acertado tino al arco de meta. ¡El espectáculo está servido!