Hace más de un década que presto cobertura informativa a la Vuelta a Murcia. Y desde hace unos cuantos años, me ocupo y preocupo de que esta carrera de la que tan fiel devoto me descubro tenga la trascendencia mediática y calado social que merece. Aunque el empujón de mayor peso específico corresponde a su Organización y a los miles de aficionados que siembran las cunetas de las carreteras murcianas por donde discurre su serpiente multicolor.
Sin embargo, se me encoge el corazón cuando veo menguar en días de competición que no en calidad a este evento deportivo, que es, sin titubeo alguno, el de mayor repercusión tierras afuera de cuantos acontecen en nuestra Región.
Recuerdo como la Vuelta a La Rioja experimentó tal adelgazamiento ya hace unos años, desde cuando adopta el formato de gran clásica, si bien salvaguarda su denominación. Fue en 2008 que Manuel Calvente, luciendo los colores del entonces Contentpolis-Murcia, se alzara con el triunfo en la clasificación general final.
La Vuelta a Andalucía también se veía obligado a perder dos etapas en ruta en virtud de su supervivencia, con victoria para Alejandro Valverde, que, así, suma su segundo triunfo final consecutivos en esta carrera hermana. Joaquín Cuevas, su organizador, estuvo con nosotros en esta clásica Vuelta a Murcia. Fue ocasión para intercambiar opiniones respecto a lo mucho que se complica para los organizadores de carreras la supervivencia.
Ya en su última edición, la Vuelta a Castilla y León, que organiza la empresa del ahora presidente de la Real Federación Española de Ciclismo, López Cerrón, también enterró dos días de competición de una carrera antes de cinco, en que en su última edición Luis León Sánchez brilló con éxito.
Los Organizadores se quejan del costoso peaje arbrital que han de pagar, además de las dietas que han pagar a los equipos participantes, atiendo a sus respectivos escalafones. De echo, las tres antes citadas protagonizaron un sonado divorcio con los cánones establecidos si de salvar su continuidad se trataba. Y puede que halla quienes consideren que perdieron glamour, pero lo que sí es evidente es que ganaron en salud. Cuando si quiera, o apenas, se logran cubrir los mínimos presupuestarios, porque además hay que organizar carreras profesionales como las citadas conllevas más gastos, lo que prima es salvar la competición de una muerte segura, como sucedió con otras carreras como Alcobendas, Aragón y Comunidad Valenciana.
La del sábado fue una señora carrera, con un envidiable cartel de estelares figuras del pedal prestos y dispuestos a batirse en duelo por el triunfo en Lorca, pero sin olvidar a otros segundos espada como lo era Dani Navarro. El que fuera fiel escudero de Alberto Contador en una cita del relieve del Tour de France, constató su acierto de apuesta de cambio de aires en el Cofidis con un éxito muy sonado. El cuadro del podio de la Fortaleza de l a Ciudad del Sol lo completaron un tal Robert Gesink y otro tal Alejandro Valverde. ¡Ahí es nada!
La Vuelta a Murcia generaba cierta incertidumbre ante su ostensible adelgazamiento. Hubieron quienes no se lo tomaron en serio, y pregonaron estar ante una muerte inminente desde su púlpito mediático. Pero ese parecer contrastaba con quienes creimos ciegamente en que seguiría siendo un éxito. Que quedara tristemente reducida a un día no podía deslucir este espectáculo ciclístico un ápice. Y así lo manifestaron sobre el asfalto sus más de ochenta protagonistas, aún luchando contra viento y marea.
Puede que no encontráramos aquel despliegue mediático de antes, pero así era de esperar, por lo que no supuso decepción real alguna. E incluso hubo quien se lanzó al ruedo, aun no siendo su plaza, mientras que uno se perdía, por primera vez en no sé cuánto tiempo, su habitual aportación especializada a modo de postura a la defensiva de quienes temen caerse del sillón.
Corramos un tupido velo. Me quedo con el sentir manifiesto de agradecimiento de propios y extraños por el espectáculo servido, aunque amenizado por un bravo pelotón y un extraordinario público para quitarse el sombrero.